20/1/13

RELACIONES SOCIALES EN LA ADOLESCENCIA


1. LA FORMACIÓN DE LAS AMISTADES 
La adolescencia es la época en la que se pasa a las amistades íntimas con personas de otro sexo. Después de la pubertad surge lo que se denomina Adinamismo del deseo. Éste emerge como una necesidad que hay que integrar con la seguridad y la intimidad dentro de una relación profunda con un miembro del otro sexo. 

En realidad, muchos adolescentes experimentan dificultades para integrar estos tres dinamismos. El choque entre el deseo y la intimidad provoca desconciertos y torpezas. Más de uno lucha entre un amor sexualizado y un interés puramente platónico. Otros experimentan sentimientos impregnados de sexualidad o erotismo hacia personas del mismo sexo y han tenido incluso, contacto físicos con ellos, sin apartarse en ningún caso de una orientación heterosexual. 

Muchos padecen una tremenda amargura porque han interpretado erróneamente estas normales experiencias del desarrollo como demostración de una incipiente homosexualidad. 

La amistad en la adolescencia se define como la relación simpática entre los jóvenes sin que ninguno de ellos represente forma alguna de autoridad, es decir, tienen que ser necesariamente unos iguales a otros. 

Quedan atrás las amistades de la infancia que no han sido más que simples camaraderías, fundadas en costumbres como es el caso del juego. A partir de los 10 -11 años se estrechan y se hacen más selectivas, pero es a partir de la pubertad cuando profundizan. Hay que hacer notar que, por debajo de los 11 -12 años, las niñas son más activas que los niños desde el punto de vista social, y acostumbra a establecer entre si relaciones más próximas y confidenciales. Los adolescentes conceden un especial énfasis a la lealtad y a la intimidad sobre todas las cosas, siendo para ellos las cualidades esenciales de la amistad. La influencia más significativa sobre la formación de la amistad consiste en la creencia de que el otro es semejante a uno mismo. Esto es más importante que el hecho de que el otro, en realidad sea no semejante. Así mismo los jóvenes eligen como amigos a quienes poseen características consideradas como deseables desde el punto de vista de los valores que priman en el grupo. Hay algunos chicos que se sienten atraídos por otras que representan un complemento de la suyas propias. Por ejemplo, un joven de carácter dominante puede hacerse amigo de alguien que es sumiso. Pero esto no es lo habitual: el principio de la atracción de los opuestos constituye aquí una excepción y no la regla. 

El amigo desempeña el crucial papel de sostén del YO. Mejor dicho, es otro YO, un YO idealizado muchas veces y que devuelve al chico una imagen tranquilizadora de sí mismo. En esto se basa la importancia de la relación amistosa de los adolescentes, y de ahí proviene también el desorden cuando se rompe. 

En la base de la amistad juvenil hay cierto toque de narcisismo, ya que en muchos aspectos la relación con el compañero es como en un espejo. En el fondo se trata de un apoyo mutuo entre amigos, y por tal motivo la amistad juvenil ha sido llamada una soledad de dos. Lo cual no excluye, de ninguna manera, los impulsos generosos y desinteresados, tan propios de esta altruista edad. 

Las amistades son fervientes, exclusivas y desconfiadas. Se parecen al amor, al cual preceden y anuncian, en el apasionamiento que ponen y sobre todo es evidente en las chicas, pero también en los chicos. 

Del amor toman el lenguaje y, al igual que en el amor, están atravesadas de tormentas, de riñas y de rupturas, de perdones, de reconciliaciones. Tan apasionada puede ser una relación amistosa, que la traición de un amigo, de una amiga. Puede representar para el adolescente una experiencia trastornadora que le alcanza en lo más profundo de sí mismo. 

2. ELECCIÓN DE LOS AMIGOS 

A los padres les preocupa la clase de amigos que eligen sus hijos. Las amistades del hijo/hija acostumbran a desagradar extraordinariamente a los padres y casi nunca las ven adecuadas. Los amigos tienen mucho peso en la etapa adolescente y pueden contrapesar el influjo paterno. La razón esta en que los hijos, pertenecen a la sociedad: la sociedad de los adultos y la de sus iguales. Esta separación social se acentúa a medida que llegan a la adolescencia. 

Durante esta etapa los padres se preocupan cada vez con mayor razón acerca de las malas o buenas influencias que se ejerzan sobre las vidas de sus hijos. Deben hacer un esfuerzo en conocer los amigos de sus hijos y ser plenamente conscientes del tipo de grupos o pandillas en que se mueven. Una buena y práctica medida es darles facilidades a los hijos y a sus amigos para que se reúnan en la propia casa, disponiendo de habitaciones o de espacio adecuado, para que puedan hablar con suficiente intimidad, escuchar música, etc. 

El hijo adolescente que esta a gusto con su familia trae a sus amigos a casa. Y así, de paso, como el que no quiere la cosa, se les conoce. 

Aunque haya que supervisar las amistades de los adolescentes es muy importante el estilo que se adopte para hacerlo. No hay que mantener al hijo bajo vigilancia permanente, pero tampoco hay que descuidarla. 

Es preciso ejercer una atención que parezca indiferente, pero que nos procure suficiente información sobre la clase de amigos con que se relaciona nuestro hijo. 

3. LA AMISTAD, SIMPATÍA, EMPATÍA Y ANTIPATÍA 

Es necesario que los adolescentes reconozcan y diferencien lo que es amistad, simpatía, empatía y antipatía. En variadas ocasiones suelen caer en confusiones y eso no se debe permitir. 

Las relaciones con los iguales son de una importancia capital porque proporcionan la oportunidad de aprender cómo actuar con los demás, controlar la propia conducta social, desarrollar habilidades e intereses adecuados a la edad de cada uno y compartir sentimientos y actitudes similares. La oportunidad de revelar la propia personalidad, la sensación de confianza y el sentimiento que posee algo único y exclusivo convierte la amistad en algo tan importante. Su ausencia, como en el caso de los adolescentes sin amigos, hace que el mundo se transforme en un lugar frío e inhóspito. En las preferencias y antipatías de los grupos de adolescentes es importante distinguir entre la popularidad y la capacidad real de entablar amistades. 

Los chicos más populares pueden tener muchos admiradores pero pocos amigos efectivos. Ser objeto de admiración para muchos quizás tienda a aislar a una persona, impidiéndole establecer relaciones más intimas con los demás, sobre todo si las cualidades o los logros que provocan popularidad suscitan la envidia de aquellos que carecen de tales dones. Esto suele ocurrir en el caso de los “odiosos”, alumnos brillantes y superdotados. 
  • La amistad: Es la relación que tiene una función primordialmente integradora en la sociedad. Dentro del aprendizaje social de las relaciones con los demás, la amistad juvenil permite que se tome conciencia de la realidad del otro, se formen actitudes sociales y se tenga experiencia de las relaciones interpersonales.
  • La simpatía, por un lado, consiste en compartir los sentimientos del otro, de experimentar con él o ella penas y alegrías y, por otra, la inclinación, la atracción hacia el otro. 
  • La empatía: “Es la facultad para ponerse en el lugar del otro” 
  • La antipatía, es lo contrario de la simpatía. 
4. CUALIDADES PARA ENCONTRAR AMISTADES 

Las cualidades que debe poseer un adolescente para ser aceptado por sus iguales: 
  1. Demostrar sensibilidad, capacidad de respuesta y generosidad; ayudar a los demás y conceder atención y afecto a sus compañeros 
  2. Ser confiados en sus contractos sociales, y mostrarse activos y cordiales (Tener una correcta autoimagen). 
  3. Ver las cosas desde el punto de vista del otro joven (Practicar la empatía).
Son eficaces en la solución de los dilemas cotidianos que implican relaciones interpersonales. 
Los demás se sientan aceptados y participativos, promoviendo y proyectando en grupo actividades divertidas. 
Manifestar abundantes actividades empáticas, como la capacidad de controlar su propia conducta teniendo en cuenta el efecto que produce o podría producir sobre los demás. 

5. LOS AMIGOS DESPLAZAN A LOS PADRES 

En las relaciones de los padres-hijos, las amistades juveniles juegan el papel de distanciador. Admiten un alejamiento parcial de los padres y una primera conquista de la independencia. 

El Pedagogo, Gerardo Castillo, en su libro “Tus hijos adolescentes” dice: “Durante alrededor de los 12 años los padres hemos sido el modelo e incluso los ídolos de los hijos: nos lo preguntaban todo: nos pedían ayuda por todo; querían parecerse a nosotros; les gustaba estar con nosotros... Pero, con la llegada de la pubertad, dejan de pedirnos ayuda; pasan la mayor parte de su tiempo fuera de casa, rehuyen nuestra presencia...”[1]

Algunos padres se oponen a este alejamiento de los hijos. Quieren seguir siendo imprescindibles en su vida y usan la autoridad de forma arbitraria, en un desesperado intento de dominar al hijo que aparenta “escapársele de la manos”. Pero, cuanto más pretenden sujetarle, menos lo consiguen. 

No hay que dar vueltas: el nacimiento de la amistad en la adolescencia supone que la familia no es ya la única influencia importante en la vida de los hijos. A partir de este momento, los amigos influyen tanto o más que los padres y estos competidores recién llegados pueden ser una fuente potencial de conflictos entre padres e hijos. 

No todo esta perdido cuando emergen los amigos. Los padres no tardan en descubrir, que los amigos de sus hijos pueden ser magníficos colaboradores en la acción educativa de la familia 

Los hijos adolescentes siguen necesitando a sus padres aunque no sean siempre conscientes de esto o aunque carezcan de humildad y sencillez necesarias para reconocerlo. En realidad los necesitan, no solo para recibir algo de ellos, sino también para darles algo de si mismos. 

Es un error esperar de los hijos únicamente correspondencia pasiva, es decir, obediencia. Es preciso concederle oportunidades para que puedan hacer con sus padres algunas de las cosas que hace con sus amigos: opinar, aconsejar, hablar de cualquier tema con libertad, ayudar, etc. 

Muchos padres intentan que sus hijos les confíen sus preocupaciones personales sin que ellos, les hayan hablado nunca de si mismos. Otros padres dan muchos consejos sin pedir ninguno a cambio. Olvidan que la razón que fundamenta la amistad es la reciprocidad: es una relación de ida y vuelta. 

6. LOS PADRES COMO AMIGOS 

Los amigos se asemejan en lo que quieren y en lo que sienten. Es propio de los amigos el querer y el no querer las mismas cosas, alegrarse y dolerse con lo mismo. Salta a la vista que la amistad entre adultos y adolescentes es difícil, puesto que en principio, ni quieren las mismas cosas ni se alegran por los mismos motivos. 

Es un error que los padres se empeñen en ser “amigos” de sus hijos. Una cosa es tener una relación fluida de comunicación, en ambas direcciones, basada en la mutua confianza, y otra cosa muy distinta es intentar cargarse las formas exclusivas de la amistad. Lo peligroso es que los padres se exponen a hacer el ridículo al buscar la amistad con sus hijos. 

Los adolescentes sienten admiración por los adultos que son coherentes en su comportamiento habitual. El adulto necesita tener prestigio entre los adolescentes porque la admiración es una vía necesaria para acercarse al chico. Se necesita también saber adaptarse al mundo de los adolescentes y respetar su forma de sentir. Se puede conseguir la amistad entre padres-hijos, pero hay que seguir las siguientes reglas: 
  • La confianza. Confiarse de los hijos es una condición necesaria para que a su vez ellos se confíen de los padres y les hablen de cuestiones de tipo personal. Hay que dedicarles tiempo pero sin prisas. Tiempo para hacer algo juntos y para conversar sobre lo que hacen, creando situaciones o aprovechando las que ya existen. 
  • La amistad requiere que las personas se conozcan entre si como personas. Como por ejemplo, contar algunas preocupaciones personales al hijo adolescente y que no concierne a áreas inapropiadas de intimidad. 
  • Facilitar al adolescente un ambiente en el que pueda hablar de todo con libertad, tanto con su padre como con su madre, sin temor al efecto que ello pueda causar en quien lo escuche. 
  • Respetar su intimidad y sus silencios, sin pretender entrar en temas que el chico prefiera no hablar con sus padres. 
  • No hay que presionar. Hay que dejar tiempo al tiempo, estando los padres, siempre receptivos por si el joven busca el diálogo. 
7. LA IMPORTANCIA DEL GRUPO EN ADOLESCENTES 

En el grupo, el adolescente busca una razón de ser, un ideal del YO, una imagen que le de seguridad, que tranquilice su inquietud interior y le devuelva el sentimiento de su valor. 

Cuanto más débil e indefenso se sienta, tanto más buscará a los otros e intentará identificarse con ellos, incluso a costa de renunciar de las propias características diferenciales de su personalidad, queriendo fundirse en el grupo. El grupo va a permitir al adolescente afirmarse con toda seguridad. En medio de seres que piensan y sienten como él, sabe que puede olvidarse de sus actitudes defensivas, expresarse libremente sin temor a no ser comprendido o tropezar con la sonrisa irónica y de superioridad del adulto. Aquí se le toma en serio y encuentra un ideal y unos valores a la medida de sus aspiraciones. 

Los valores comunes a todos los grupos: 
  • Lealtad hacia los compañeros 
  • Olvido de sí mismo 
  • Fidelidad a la palabra dada 
El grupo incita al adolescente a una continua superación de sí mismo. El chico encuentra en el grupo las condiciones óptimas para poner a prueba sus posibilidades, sus limites, de vencer nuevos obstáculos, y para probarse y mostrar al mundo (siendo el mundo general, los padres) que es digno de ser considerado como adulto. De ahí proviene el gusto del adolescente por el riesgo, su loca temeridad tanto más loca, a menudo, cuanto menos seguro de sí mismo. 

Entre los componentes del grupo el adolescente tiene la impresión de comportarse y vivir como adultos, de ser adultos y de dar vida a una microsociedad a la que ellos han dado forma. 

El grupo da al joven la posibilidad de pasar por adulto, cuando en realidad no es nada fácil serlo. Apoyándose los unos a los otros, todos semejantes, todos iguales, se sienten fuertes e independientes; no hay nada que no puedan hacer en grupo, mientras que sólo se pueden sentir desgraciados frente al mundo auténtico de los adultos. 

Esta es la función el grupo para la formación y la sociabilización de la persona. De esta manera el grupo puede ser a la vez una solución para los conflictos del adolescente, y una preparación notable para la condición de hombre. En la medida en que no se desvíe hacia actividades antisociales, en la medida también en que la propia dinámica de grupo no llegue a impedir la afirmación personal de sus integrantes. 

Es aquí donde reside la peligrosidad del grupo: lo que al principio podría ser la “solución de grupo”, que ofreció al adolescente un ideal de YO y un marco de seguridad permitiéndole avanzar en la maduración de su personalidad, a la larga puede entorpecer su salida de este limitado contexto social. 

En vez de ser el trampolín de donde el joven se lanza a la vida, se convierte entonces en su refugio y el medio para huir de sus responsabilidades. La sumisión al ideal colectivo, implica la renuncia a toda una parte de si mismo, a veces a toda reflexión personal. 

En un momento dado, el joven tiene que saber tomar sus distancias. Esto no significa que deba abandonar toda actividad del grupo, sino solamente que el grupo ha dejado de ser su único punto de referencia. 

El adolescente tiene que esperar que del grupo le permita la conquista de su autonomía y una vez que llega a ser independiente abandona el grupo. Los grupos son por naturaleza pasajeros y es normal que el adolescente se salga del grupo para comprometerse en relaciones personales. 

8. LAS PANDILLAS ADOLESCENTES 

El pandillaje es un fenómeno cotidiano de nuestra sociedad. La pandilla se constituye en una institución social más seria para los adolescentes, con reglas precisos, objetivos bien delimitados y miembros jerarquizados. A ella acuden los adolescentes en busca de seguridad. Especialmente los jóvenes muy inseguros y que presentan con un alto nivel de ansiedad; y ella disuelve su ansiedad, o por lo menos, la hace más tolerante. 

Los adolescentes se enrolan a la pandilla porque, en ella encuentra una compensación a sus sentimientos de inferioridad. La pandilla le proporcionará estima, afecto, y todo el calor que le haya faltado hasta entonces. En el fondo la llegada a la pandilla es resultado de las mismas motivaciones que las del adolescente normal, pero mucho más intensas y más imperiosas porque están alimentadas por frustraciones de toda clase que se originaron en el pasado. 

El adolescente que no tiene unos padres en quien identificarse, ni un núcleo familiar estable en que albergarse, buscará una nueva “familia” que satisfaga sus necesidades. 

Para el adolescente no problemático, la época de estar en grupo sólo representa un momento de su evolución hacia la madurez y la autonomía. Para el chico problemático, la pandilla es el punto de llegada y no irá más lejos. La fuerza de la pandilla reside en su extrema unidad; la banda funciona “como un solo hombre”. Esta unidad está rematada por una organización, una estructura mucho más fuertes que ninguna otra asociación espontánea de jóvenes y que mantienen a cada uno en la más estricta obediencia institucional, sus ritos, jerga, cuartel general, etc. 

[1] Pedagogo Gerardo Castillo, “Tus hijos adolescentes”:

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